domingo, 9 de noviembre de 2014

LAS MUERTES PLANEAN EL JUEGO...

Había una niña en medio de una avenida solitaria. La niña alzó la cabeza para mirar el cielo encapotado, un cielo que sin duda anunciaba la llegada de una tormenta, y sus cabellos blancos revolotearon alrededor de su rostro de porcelana. Aquel cielo gris no solo anunciaba la llegada de una tormenta, sí no la llegada de algo más, algo poderoso cuya presencia se palpaba en el ambiente.



   La avenida donde ella estaba parada parecía hundirse lentamente en la melancolía que la lluvia inspiraba y solo algún pájaro asustado que otro se atrevía a cruzar de un tejado a otro, resguardándose de las gotas que ya empezaban a caer. La niña suspiró. Los lugares cercanos a la Muerte solían tener ese aspecto. No había tenido ocasión de verlo muchas veces, pues era bastante joven comparada con sus demás compañeras. 

   Llegados a este punto deberíamos mencionar que aquella no era una niña cualquiera. Aunque su aspecto fuera inocente, dulce y angelical no había nada de humano en su mirada completamente negra. La pequeña era en realidad la mismísima Muerte, irónicamente con el aspecto de una infante de pelo blanco y rostro de color marfil. Desde el inicio de la Tierra había deambulado por aldeas y pueblos, a través las más famosas ciudades y civilizaciones, llevándose la vida de aquellos emperadores y reyes que algún día soñaron con ser inmortales. Silenciosamente, paso a paso, sin que nadie notara su presencia, se los llevaba de la mano hacia su reino helado para que sus mentes se apagaban por siempre.



    Dicen que la Muerte crece junto a su mundo, y que hay miles y miles de Muertes en los miles y miles de mundos que existen. Y aquella era una Muerte joven y aún no había crecido lo suficiente para tener otro aspecto. Pero era muy consciente de su misión y de lo que tendría que hacer en los siglos que vendrían más adelante. A pesar de ser una niña había un atisbo de madurez en su expresión infantil.



    La pequeña Muerte estaba nerviosa a la vez que asustada. Por primera vez en su corta existencia de miles de millones de años, había sido llamada por otra Muerte. ¿Por qué ella? ¿Por qué su mundo? Era muy consciente de la pequeñez que representaban, y no dejaba de preguntarse por qué alguien se molestaba en llamarla precisamente a ella.



   La niña continuó caminando por las calles desiertas, dando pequeños saltitos mientras jugaba a no pisar las rayas entre los adoquines. Había una presencia que la llamaba desde algún punto cercano, podía percibir su estela entre las densas gotas de lluvia que se precipitaban desde las alturas. 

   Al doblar una esquina, se topó con una juguetería antigua, de esas que ya habían dejado de existir hacía mucho tiempo. Los ojos negros de la niña se abrieron por la sorpresa, y su rostro se iluminó con una sonrisa cuando apoyó las manos en el frío cristal del escaparate, tras el que se encontraban expuestas muñecas, marionetas, trenecitos de juguete, juegos de mesa… Todos ellos de madera, con pequeñas tuercas y engranajes metálicos, hechos artesanalmente con amor y paciencia.

   Sin duda había llegado al lugar indicado. La puerta de la pequeña juguetería se abrió con el tintineo de las campanas que colgaban de la misma,  y la niña dio un pequeño respingo, como si hubiera sido sorprendida haciendo alguna travesura. Giró la cabeza y observó con sorpresa y respeto la silueta negra que le esperaba en la puerta. Sujetaba el picaporte dorado con una mano huesuda, arrugada y pálida. Estaba cubierto por una larga túnica negra raída, cuya capucha ocultaba su rostro.



    -Señor…-dijo la niña- ¿Es suya la tienda?-el encapuchado asintió con la cabeza. La pequeña retiró las manos del escaparate y parpadeó- ¿Para qué me ha llamado?-el anciano extendió la mano que le quedaba libre hacia el interior de la juguetería, invitándola a pasar-¿Puedo entrar?-él asintió de nuevo. La niña sonrió, entusiasmada, y entró con la cabeza gacha. Había algo en ese encapuchado que le hacía saber de algún modo que había que guardar los modales. Miró a su alrededor a medida que pasaba dentro, mientras su anfitrión cerraba tras ella la puerta con las campanitas. Los juguetes se espacian desordenados por toda la juguetería, ordenados por estanterías, colgando del techo y llenando los rincones en sombras. La estantería de los juegos de mesa no podía ser menos- ¿Por qué me ha llamado, señor?-preguntó la pequeña de nuevo. El hombre avanzó hasta una mesa que había al fondo y se sentó con dificultad en una vieja silla. Frente a él había una mesa donde descansaba un tablero de ajedrez. Una marioneta a tamaño real, al otro lado de ésta, miraba a la pequeña Muerte con curiosidad y luego a su oponente. Después alargó una mano de madera y movió un peón negro una casilla- ¿Es él su oponente?-murmuró ella. El encapuchado asintió. La pequeña observó el tablero con curiosidad. Le pareció un juego muy aburrido y lento, sin nada de emoción. Si mal no recordaba, los humanos de su mundo llevaban jugando siglos a eso. Hizo una lista mental de otros juegos que conocía y avanzó hacia la estantería de los juegos de mesa. Entre ellos destacaba uno en especial: una caja de colores. La cogió con cuidado y corrió junto al anciano encapuchado con ella entre las manos y se la tendió. Él la tomó entre sus dedos alargados y la miró con curiosidad. El juego del parchís- ¿Quiere que juguemos, señor?-preguntó ella  con una sonrisa.

El hombre miró con un suspiro el juego que la niña le había dado. Hacía mucho tiempo que no jugaba al parchís, a decir verdad ni siquiera recordaba en qué consistía, pues esos inventos eran solo de la Tierra. En su mundo, había juegos parecidos a aquel; quizá por eso pudo reconocer de qué se trataba. Por si aún no os habíais dado cuenta, Él era la Muerte, en efecto, de otro planeta. Un planeta que ya agonizaba.



   -No tengo tiempo para estas cosas-respondió, moviendo un alfil en el tablero de ajedrez. Sonrió de medio lado cuando derribó un peón con un pequeño movimiento.
   -Pero a usted le gustan los juegos, ¿verdad, señor?-preguntó la niña.
   -Me gustaban cuando tenía tu edad. Pero como comprenderás, en estos momentos ya no tengo las ganas ni el tiempo.
   -¿Su mundo se muere, señor?-preguntó la pequeña Muerte. El anciano la miró con tristeza.
   -Me temo que sí-la marioneta a escala real observó con tristeza el peón y, pensativa, decidió mover una torre-Pero se puede evitar.
   -¿Por eso me ha llamado? ¿Para evitar que su mundo se muera?
   -Así es.
   -¿Y por qué yo?
   -Porque los niños adoráis los juegos. Y necesito un juego para poder salvar mi mundo.
   -¡Me encantan los juegos! Nadie quiere jugar conmigo casi nunca… Si lo haces estaré encantada de ayudar.
   Se acercó al tablero y, después de observar pensativa unos minutos, le pidió permiso a la marioneta para mover por ella. Ésta asintió y ella cogió la reina blanca y la movió con una sonrisa.
   -Jaque mate-anunció triunfante.
El encapuchado sonrió y se recostó hacia atrás en la silla.
   -Sabía que podría contar contigo para esta misión-alargó una mano y la pasó con cariño por el cabello color platino de la niña.
   -Por supuesto. Decidme, ¿qué es lo que tenéis pensado hacer?
   -Un juego. Pero no será un juego cualquiera. Será una lucha a muerte, y aquellos que ganen serán los que salven mi mundo.
   -¿Un juego a lo grande? ¿Un parchís gigante?
   -Efectivamente. Un juego no tiene ninguna emoción si no puedes morir en él.
   -¿Qué es morir exactamente? Yo creo que es algo bonito y agradable, puesto que cuando alguien muere… luego no vuelve al mundo en el que nació.
   -Pronto lo entenderás, pequeña. Mi idea es… un tablero del tamaño de un mundo, donde cada casilla es un lugar tan grande como una ciudad o un bosque. Tengo pensado distribuir el juego en cuatro equipos, si nos basamos en el parchís que has tenido a bien seleccionar.
   -¡Sí, cuatro equipos de cuatro personas!-exclamó la niña levantándose de golpe-¡Oh, qué emocionante, estoy deseando verlo!
   -Habrá monstruos que poder invocar y cada jugador tendrá un grupo de éstos a su disposición-siguió explicando el encapuchado.
   -Pero… eso se parece mucho a los juegos de rol que existen en mi mundo…-murmuró la niña pensativa. De repente comprendió y alzó la cabeza para mirar a la otra Muerte, sorprendida.
   -Efectivamente, veo que lo has adivinado. Éste juego estará inspirado en tu mundo, en su estilo de juego más popular hoy en día. ¿Cuántos adolescentes se encuentran enganchados a ello últimamente?-la niña observó la juguetería. Era curioso cómo habían cambiado los modos de diversión a través de la historia.
   -Muchos… Todos hablan de ello-respondió- ¿Y para qué es el juego concretamente? ¿Qué ganarás con enfrentar a… dieciséis adolescentes en un duelo a muerte?
   -Seleccionaremos a los más fuertes para salvar mi mundo a través del juego.
   -Ah… entiendo… Los ganadores ¿Cómo lo haremos para llevarlos al tablero?
   -Muy sencillo. Los miembros del equipo ganador podrán pedir un deseo, el que quieran, siempre y cuando no sea traer a alguien a la vida. Como sabrás eso está fuera de nuestro alcance.
   -¿Te refieres a hacer un trato con ellos?
   -Eso es- el encapuchado cogió un alfil blanco del tablero de ajedrez y lo observó-. Es más entretenido el parchís para niñas como tú que el ajedrez para ancianos como yo. Este es el trato: yo juego contigo, y tú me ofreces dieciséis almas sanas y fuertes para salvar mi mundo. ¿Qué me dices, pequeña?
   -Pero.... ¿ellos no jugarán?-preguntó, pensativa-No son simples piezas, son seres humanos con la capacidad de pensar y de tomar decisiones por sí mismas….-observó sus zapatos durante unos minutos, intentando solucionar el problema-¿Y si…y si les dejamos participar?
   -¿A ellos?-preguntó la otra Muerte, sorprendida-Bueno…lo haría mucho más emocionante, la verdad…Te propongo una cosa. Ellos pueden participar, pero antes de realizar algún movimiento debemos estar todos de acuerdo. Yo manejo dos equipos y tú los otros dos.
   -¡Me parece bien! ¿Cuándo empezamos?
   -Cuando reúnas todas las fichas.
   -¿Y a quién debo escoger para formar parte de los equipos?
   -Eso es algo que debes decidir tú-la pequeña Muerte asintió con la cabeza, entusiasmada. La Muerte anciana miró a la marioneta a escala real, como si estuviera dándole una orden silenciosa. Ésta recogió el tablero de ajedrez de la mesa y se lo llevó tras una leve reverencia. Su amo abrió la caja de colores del parchís y colocó el nuevo tablero bajo la atenta mirada de la pequeña Muerte- Te espero aquí. Cuando hayas reunido a dieciséis personas ven a verme-ella asintió con la cabeza de nuevo.


   -No tardaré.

2 comentarios:

  1. Buenas, jugadores. Jugadores sin sitio para jugar, porque aún no está subido lo que hay por venir jajaja. He aquí el proólogo de esta aventura que se avecina. Prometemos, acción, emociones, amor, traiciones y sobretodo... muerte
    Esperemos que os guste y prometemos subir al menos cada semana (mentira, mentira... :3)

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  2. Muy buenas queridísimas jugadoras. Bienvenias a la Grita del Invocador XD. Se espera el siguiente capítulo ehh, que no tarde!!

    ^^

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